Ensayo Crítico
Una lucha
dialéctica del pensamiento
“Abulio,
el inútil”, de
Irina Ráfols
Por Prof. Lic. Flora Aquino
“Es preciso estar enteros
para poder
ver la obra acabada
de todo. Los
sentidos, la inteligencia,
Para iniciar definamos la
dialéctica, ya que existe variadas formas de concebirlas. Primeramente, esta es
el arte de dialogar, de argumentar y de discutir, es
el método de razonamiento desarrollado a partir de principios
(DRAE, 2017). Ernest Mandel, a su
vez, señala que la dialéctica tiene un
origen muy antiguo. Se le encuentra desde el alba del pensamiento filosófico,
particularmente en el filósofo griego Heráclito (“todo cambia”, “todo se
mueve”, “todo se transforma”; en griego: “panta rei”) y varios pensadores
chinos como Kung-sun y Tai-chen. Posteriormente, fue desarrollada por el
filósofo judeo-holandés Spinoza (siglo XVII). Fue llevada a su más altos
niveles por la filosofía clásica alemana encarnada por Hegel, uno de los más grandes pensadores de todos los
tiempos. (Mandel, 1986: 11-12).
En la concepción de Aristóteles
la dialéctica se identifica con la parte de la lógica que se ocupa del estudio
del razonamiento probable asociado, así, a la habilidad para argumentar, que
todavía se puede observar en la filosofía de Kant, quien considera que la dialéctica
es una mera “lógica de la apariencia”.
Sin embargo, para este
ensayo nos ceñiremos a la postura de Hegel, quien considera a la dialéctica
como un método de conocimiento y como la expresión del devenir de la realidad
(de su despliegue y realización) en la que la oposición sujeto/objeto se
manifiesta como la unión de elementos opuestos en una síntesis que lleva a la
comprensión de la realidad como Absoluto.
La novela, “Abulio, el
inútil” de Irina Ráfols es autobiográfica. Abulio (nuestro personaje principal)
va cobrando vida mediante su propio
manuscrito, donde a través de la dialéctica del pensamiento va llegando poco a
poco al aprendizaje como todo un héroe problemático que es.
La autoconcepción como
un filósofo innato hacen de Abulio un personaje singular, revelado contra el
confinamiento que de la sociedad, el mismo afirma: “… se decía que era muy importante tener un hijo varón en la casa. Pero
se les desaflojaron un poco las esperanzas depositadas en mí y las esperanzas
de usarme como su seguro servidor, ya que para mí lo valioso estaba en mi
espíritu, y como nadie lo veía se quejaban de que yo no hacía nada que valiera
la pena. Me decían que era incapaz de hacer alguna tarea útil para la humanidad”.
Abulio, demuestra que es un maestro de la imaginación y no un inútil. Hace reconocer que pocas cosas causan tanto
placer como el encuentro de uno mismo, y el autocomplacimiento de lo que somos,
seres pensantes, un tanto “desvariados”
pero con muchísima libertad para trazar nuestro destino.
La filosofía, para quien no la
comprende resulta insípida, insulsa, un conglomerado de palabrería vana que no
encuentra dónde reposar, disipándose sin importancia.
Sin embargo, frente a esta novela se contempla la vida desde la perspectiva de un adepto a la misma, refutando lo anterior. “Abulio, el inútil” se hace reflexionar sobre el sentido de la vida guiando a través de sus páginas a esa preocupación que subyace en el ser humano (y que la filosofía aborda), que demuestra la variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje, humanizando hasta tal grado de hacer resurgir la esperanza, como en el caso de los relatos enmarcados que encontramos en esta novela, refiriéndonos por ejemplo a la historia de la muchachita que quería morir, o conduciendo hacia la autoaceptación al refugiado que vivía lamentándose, o demostrando comprensión hacia un hombre que se cercenaba, brindando su amistad sin hacer distinciones de raza, encontrando la salvación en una vaca.
Sin embargo, frente a esta novela se contempla la vida desde la perspectiva de un adepto a la misma, refutando lo anterior. “Abulio, el inútil” se hace reflexionar sobre el sentido de la vida guiando a través de sus páginas a esa preocupación que subyace en el ser humano (y que la filosofía aborda), que demuestra la variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje, humanizando hasta tal grado de hacer resurgir la esperanza, como en el caso de los relatos enmarcados que encontramos en esta novela, refiriéndonos por ejemplo a la historia de la muchachita que quería morir, o conduciendo hacia la autoaceptación al refugiado que vivía lamentándose, o demostrando comprensión hacia un hombre que se cercenaba, brindando su amistad sin hacer distinciones de raza, encontrando la salvación en una vaca.
En la novela de la autora uruguaya
Irina Ráfols, nos encontramos frente a una lucha dialéctica por encontrar el
significado o la misión que desea transmitir una vaca, Paramecia. Pero, ¿qué
significado transmite la presencia de una vaca en esta novela? En particular,
la presencia de este animal y no de cualquier otro me intrigaba. Por lo mismo
he argumentado principalmente dos razones para utilizar la vaca como un símbolo
transcendente en el texto. Primero, apoyándonos en la cultura india, la vaca simboliza
la Madre Tierra, la Naturaleza y, por extensión, la fertilidad y la abundancia.
Como proveedora de leche se la considera como una madre. Además, al simbolizar
la naturaleza, Paramecia representa a
la misma ligada con el ambiente rural en el cual ocurre la historia; pero también
se puede ver identificada a la vaca con la vida cotidiana y normal de la
sociedad en la que vive insertado Abulio, una sociedad que reconoce los
elementos naturales que le rodea pero que se muestra impasible a todo lo que
esta le ofrece. Una sociedad que debe explotar los recursos naturales para
tratar de encontrar siempre mediante el trabajo en el campo (lo único que conocen)
el sentido a la vida que llevan. Así, Paramecia
puede representar en esta novela tanto lo terrenal como lo celestial.
Paramecia, aporta a la novela una
de los ejes fundamentales para el encuentro de uno mismo, desde que aparece
todo empieza a tener otro sentido, notémoslo en la siguiente expresión: “… en ese momento, de intercambio empírico
de mi sensitividad con la naturaleza, noté a una vaca rumiando solitariamente a
mis espaldas y… algo comenzó a suceder”[2]. La presencia de este animal deja
a nuestro personaje totalmente trastornado para los que no comprendían el
diálogo que se podía dar con una vaca, o el simple hecho de que esta escogiera
con quién hablar.
Abulio, entonces empieza su prédica
sobre lo que el denominó “La Orden
Fervorosa de la Virgen Mugiente”, fue ganando adeptos pregonando la
salvación que había hallado en esta mística vaca, y comenzó a guiar a sus
adeptos por ese largo camino intransitado de la conciencia, la “conciencia de nuestra propia magia, la
cosmovisión anchurosa de nuestro ser, nuestra vida, nuestros sanos instintos de
conservación, nuestra inteligencia oprimida, el valor de nuestra mente y el
poder de la existencia”, haciendo comprender que lo que buscamos afuera en
realidad está en nosotros mismo, solo que
no conocemos nada de lo que llevamos dentro.
Los hechos ocurren constantemente
en un ambiente rural, primeramente en la casa familiar; luego en la estancia La
Lorenza. Posteriormente, Abulio huye al monte con su amigo Horario, es aquí
donde empieza a vislumbrar el encuentro con Paramecia. Luego encuentra refugio
con la Sra. Judith y su marido Don Gaspar. Ahí, se convierte en el hermano
Abulio y construye una padoga, fundando así una religión.
Hablemos ahora sobre la dimensión
social del personaje. Lukács resalta especialmente la noción del héroe
problemático. El héroe mantiene una permanente relación dialéctica con el
mundo, con el entorno. En la novela este héroe llega al autoconocimiento. Para
alcanzar esta meta se proponen tres caminos: el idealismo abstracto, el
romanticismo de la desilusión y el aprendizaje.
Esta tercera vía se presenta como un intento de hallar una síntesis de
las dos primeras y, lo que es más
importante, gracias a ella el héroe problemático alcanza la armonía con la
realidad concreta y social (G. Lukás: 1963, 75-76)
Abulio, a lo largo de esta
travesía deja verse como el héroe problemático. Incomprendido por una sociedad
cerrada al libre pensamiento es tratado como un inútil, perezoso, vago. Encuentra
en su camino la lucha por sus ideales; se
resiste a ser llevado por la corriente sin protestas; arma un sindicato;
se rebela contra el orden común, consiguiendo problemas con la justicia; se desilusiona
amorosamente, sufre de acontecimientos esotéricos; le es sustraído un riñón; se
enfrenta a la muerte; se convierte en el hermano Abulio, luego de encontrar la
salvación en una vaca; es forzado a estar en una casa de rehabilitación,
tratado como un loco; se enfrenta a la
humillación de encontrársele loco ante un tribunal desvariado por supuestas
alucinaciones. Sufre el dolor de perder en la muerte a Paramecia. Luego, poco a
poco va encontrando el alivio en su
familia, y en Raquel, la dulce y tierna Raquel. Se da cuenta que
predicaba lo que no estaba practicando y
cuando lo hace encuentra el aprendizaje a través del conocimiento. Encuentra su
misión.
Las palabras de Raquel resuenan
en el texto: “ahora tienes tu luz propia.
Mantén eso encendido, Abulio, tu misión, la que siempre tuviste, sigue. Todos
tus descubrimientos”. Abulio comprende que su luz ya no dependía de
Paramecia, sino más bien, que todos tenemos luz propia. En un constante devenir
de argumentos y lógica, nuestro héroe se completa al ser correspondido con el
amor de Raquel, y es así como finalmente “el
amor termina atando todos los cabos”, comprendiendo la frase con la que
iniciábamos que “Es preciso estar enteros
para poder ver la obra acabada de todo.
Los sentidos, la inteligencia, y la voluntad, funcionan mejor”
Realmente, no hay nada más que
añadir a esta frase. La misma debe ser interpretada como más convenga al
lector.
Ahora bien, es importante señalar al lector que Paramecia fue real. ¿Una
vaca que habla, fue real y no el producto de una desvariación mental o de la
imaginación?
“[…] jamás
iba a dudar que ella fue real, ¡Jamás! […]
¿Qué era
Paramecia?
¡Ella era
una virgen de sabiduría, una hada madrina del bosque, una maravilla de la naturaleza! … Sin embargo,
fue el ser más racional que conocí en mi vida, ella misma era bastante
escéptica [..]”
Me debo a
explicar que Paramecia fue real. Abulio lo entiende después de entrar en una
profunda depresión. Llega a comprender que si Paramecia hubiera sido el
producto de su imaginación, o de la alucinación de un loco, ella a pesar de
haber muerto hubiese vuelto invocada por la locura. Pero no fue así, porque
ella era real y la misión de Abulio también. Y es así, (al entender esto) como
al final él logra unir todos los pedazos
de sí mismo, y hallarse (el autoconocimiento del héroe, explicado por Lukács). “Encontrar
la clave para comprender a los demás, y al mundo de existencias pasajeras en
una sola vida”; esa es la lucha a la
que constantemente se enfrenta Abulio, al razonamiento, a la lógica, a esa
dualidad propuesta por Hegel de personaje/objeto. El objeto de Abulio siempre
fue su misión de encontrarse, y fue así que a los 33 años, después de haber
luchado tanto a contra viento, logra pararse firmemente sobre la tierra.
La novela
termina de forma satisfactoria. Abulio logra abrir una escuela donde imparte
enseñanza sobre filosofía y logra así seguir transmitiendo la libertad del yugo
opresor que nos encarcela a todos, que es el desconocernos. Pero, por sobre todas las cosas completa su
felicidad con su amada Raquel. Los felices para siempre con el cual deberían
terminar todas las historias, y que por gracia del destino, o de los
premeditados trazos de escritura, en Irina lo hallamos.